Cuando era niña vivía en un pueblo. En los pueblos no se consiguen tantas cosas como en las ciudades y poder viajar a la ciudad más cercana con bastante regularidad, es una especie de privilegio.
En mi familia contábamos con ese priviliegio, o tal vez la privilegiada era yo por lo que les voy a contar. Como les decía, mis papás iban bastante seguido a Paraná, hacían cursos, trámites, compras, cosas que se hacen en la ciudad porque en el pueblo no se puede. La noche anterior a la partida yo hacía el pedido:
Vale: Traeme algo pa
Y mi papá ya entendía lo que quería.
Algo no era un juguete, no era una revista, no era la figurita difícil. Algo era una bolsa gigante con el mayor surtido de golosinas de Casa Tía.
Allí entraba todo tipo de delicias: Rodesias, Titas, Bon o Bon, Caramelos de leche (los del papel rojo), paragüitas, alfajores todo lo que se les ocurra.
Creo que de allí viene mi adicción a las golosinas y a los dulces en general.
Yo pedia Titas...
ResponderEliminarY lo tuyo no es adicción es alma de gooordaaa!
Viva el dulce de leche! Viva!!